En estas primeras semanas de todos los años se suceden comentarios y previsiones de cómo nos puede tratar el año recién nacido.
En este caso, más que intuir qué nos depararán los próximos 365 días, me atrevo, me arriesgo a dar mi pronóstico para los 3.650 días venideros.
Nuestro sector, de los más veteranos que el ser humano puso en marcha, siempre se ha caracterizado por la sobriedad de su pasado, la frenética actividad de su presente y las dudas sobre el futuro.
Si no fuera porque se asemeja a un eslogan publicitario, la frase que nos cuadra es “tradición y modernidad”, por lo que parece evidente que estamos en condiciones de lidiar con lo que nos venga.
¿Debemos estar preocupados por el futuro? ¿Qué novedades tecnológicas nos incidirán de forma agresiva?
Desde hace ya años, hemos asimilado de forma muy natural lo que en su momento pareció algo disruptivo; los tejidos técnicos.
Hoy, camisas, pantalones y chaquetas que no se planchan, ensucian ni mojan, forman parte de nuestro armario.
Cuando la tejeduría descubrió que las lanzaderas estaban muy bien para hacer ceniceros, se dedicó a introducir los hilos de trama, en la calada por tierra, mar y aire.
Al envejecer y desaparecer clientes y retailers de multimarcas y multiproductos, aparecieron los negocios verticales.
Cuando los jóvenes, decidieron comprar vía internet, se creó la oferta vía monitor.
Que un robot desplazará, en un puesto de trabajo de un sincro de confección, a una persona física, lo contestaremos, dándole un puesto en el control de calidad.
Siempre hemos tenido respuesta. A cada reto, hemos ofrecido vías de solución.
Y seguirá siendo así los próximos 3.650 días.