De la noche a la mañana, vivimos instalados en el low cost. Tal parece que todo tiene que ser de bajo precio para que sea aceptado por unos consumidores que son capaces de hacer colas infames para entrar en una tienda “disfrazada de lujo”, pero que vende ropa a dos duros.
Cada quien es libre de hacer lo que le dé la gana. Quien desee, puede hacer cola en la tienda y nadie se lo puede reprochar. Quizá se ve forzado a hacerlo por pura y simple necesidad. España no es ninguna perita en dulce en cuestión de sueldos y la situación laboral está como está.
Hace unos años, en cualquier conferencia relacionada con el textil confección, las palabras más repetidas eran valor añadido y diferenciación, pero hace poco, en la asamblea general de Aitpa, el profesor José Luis Nueno nos hizo notar que 17 de las personas más adineradas del mundo —como Amancio Ortega, fundador de Inditex — han hecho su fortuna vendiendo a las clases menos favorecidas. Y no solo eso. Nueno también dijo que las empresas deben trabajar con la vista puesta en 2.000 millones de personas de una clase media baja, de las cuales, 600 millones están Europa, y son las que han perdido el poder adquisitivo debido a los efectos de la crisis.
Tal parece que el Lidl y otras empresas parecidas han tomado nota.