El Instituto de Biomecánica (IBV) ha desarrollado diferentes modelos de confort postural y térmico para mejorar el diseño de nuevos productos, y apoyar así a un importante abanico de empresas de la comunidad valenciana.
El proyecto COPET, en el que se enmarcan estos desarrollos, está financiado por IVACE y FEDER. Y forma parte de los trabajos llevados a cabo dentro de la línea de Confort Térmico y Postural del IBV, con el objetivo de abaratar las soluciones de confort y la evaluación de productos que interaccionan con el usuario.
Como explica la directora del proyecto, Consuelo Latorre, “el confort es un atributo muy relevante de los productos y especialmente de aquellos con alta interacción con los usuarios; la percepción del mismo genera satisfacción en los usuarios, y por tanto, valor para los productos a los que se asocia”.
Y añade: “La interacción física que tendrá el usuario con el producto y los efectos que se producirán en la percepción de la interacción de este, son críticos. Según los modelos estudiados, el disconfort depende de los procesos fisiológicos generados en el individuo por las características físicas del producto al realizar una tarea en un entorno concreto”.
Al analizar las respuestas fisiológicas y los datos objetivos y valoraciones subjetivas de una muestra significativa de 50 usuarios, con tres índices de masa corporal (IMC) diferentes, edades comprendidas entre 20 y 60 años, y la mitad de ellos hombres, la otra mitad mujeres, el IBV ha conseguido demostrar, por ejemplo, que las mujeres son más sensibles a los cambios de temperatura que los hombres. Siendo las manos y los brazos las zonas del cuerpo en las que más influye la temperatura para estar o no en la zona de confort térmico.
Ensayos
Tras una batería de 144 ensayos en condiciones extremas (-5⁰C y 40⁰C), se ha generado un gran volumen de datos necesarios para entrenar y alimentar algoritmos de inteligencia artificial (IA) y autoaprendizaje (“Machine Learning”). Se han inferido modelos estadísticos de predicción de confort usando redes neuronales recurrentes, a partir de las más de 4.500 series temporales generadas.
Asimismo, alrededor de 3.000 termografías fueron tomadas y procesadas durante la experimentación, que junto al análisis de la forma del cuerpo aportan información sobre respuestas térmicas locales.
La sensibilidad a los cambios de temperatura, ha constatado el estudio, disminuye con la edad. Según Latorre, “con la edad, aumenta la temperatura a la que se alcanza el confort, y toma mayor importancia la temperatura ambiente que la temperatura de contacto con la piel. La valoración para poblaciones más longevas está por debajo de la valoración de la población adulta más joven (22-25 años). Igual pasa en la comparativa con mujeres y hombres de una misma edad”.
El IBV es ahora capaz de predecir si los usuarios son “frioleros” o “calurosos” con un acierto del 71%, lo cual, dada la fuerte relación existente entre la percepción del confort y las expectativas del usuario, puede ayudar al desarrollo de productos que generen confort. Además, se ha comprobado, por ejemplo, que las personas frioleras son más sensibles a los cambios de temperatura.
Por último, añade Latorre, «el IBV ha encontrado que para unos mismos morfotipos (peso, altura y volumen similar, edad y genero), existen respuestas térmicas distintas». Actualmente se ha avanzado en el modelo de reconstrucción 3D (uniendo los conocimientos de antropometría del IBV con el trabajo en confort térmico, entre otros, del proyecto COPET), en una muestra de usuarios con diferentes “termotipos” o arquetipos térmicos. Este modelo permite tener en cuenta las diferencias morfológicas y las características térmicas de cada sujeto.