Muchas empresas emprenden el camino hacia la RSC casi sin ser conscientes de lo que implica. El intentar afrontar de la nada el tema, les lleva a menudo a toparse con una realidad que causa frustraciones evitables. La Responsabilidad Social Corporativa se ha convertido en un factor importante para la diferenciación de las marcas y, como intentan reflejar diferentes estudios, en la industria textil también empieza a tener su lugar.
Sin embargo, estudios centrados exclusivamente en esta industria, parecen determinar que este enfoque no es “aún” determinante como factor de compra, especialmente para los menores de 35 años. Y hemos remarcado “aún”, porque es algo que está cambiando a una velocidad vertiginosa. Para las personas de entre 36 y 50, ya es un factor de relevancia. Quizás porque queremos dejar un mundo mejor a nuestros hijos y evidentemente se lo inculcamos a las futuras generaciones. Lo cierto es que, más pronto que tarde, se incorporarán al mundo del consumo y actuarán bajo sus propias convicciones.
Pero… ¿y mi empresa? ¿Debe invertir en iniciativas RSC? La respuesta es sencilla: depende. Depende, porque tenemos que hacer un examen exhaustivo de dónde está nuestra empresa en términos de cumplimiento de calidad, seguridad y temas sociales. Las empresas en mayor o menor medida empiezan la escalera de la calidad y seguridad por el mismo punto. Dicha escalera tiene actualmente cuatro peldaños y es importante que una empresa esté estable en un peldaño antes de subir a por el siguiente o tendrá muchas posibilidades de caerse.
En el primer peldaño está la calidad de producto.
La empresa que empezó produciendo localmente se está expandiendo y para aumentar su rentabilidad subcontrata la fabricación a una empresa situada en un país en vías de desarrollo. Pero, debe asegurarse de que el producto que llega a su almacén es el que espera en términos de calidad. ¿Es del color solicitado?, ¿tiene las costuras bien…?
En el segundo está el control de químicos.
La empresa ya ha crecido, ha deslocalizado la producción y empieza a mirar hacia nuevos mercados. Aquellos requisitos que parecían controlados se convierten en nuevas regulaciones que deben estar bajo control a la hora de la producción. Llegados a este punto muchas empresas se plantean si las condiciones laborales de sus fabricantes son las mínimas desde el punto de vista ético y social. Acaban de acceder al tercer peldaño, y por ende al inicio de la responsabilidad social.
Y finalmente, ¿qué nos queda? Pues nos queda lo más importante: cuidar el planeta, limitando o eliminando totalmente ciertos químicos peligrosos. Para cada uno de estos peldaños existen soluciones que empresas como TÜV SÜD ofrecen para “estabilizarse” y poder seguir subiendo con seguridad.
Al primero le corresponde el servicio de inspecciones.
Para una empresa que empieza a deslocalizarse, es imprescindible confiar en su proveedor. Tener la seguridad de que aquello por lo que ha pagado sea lo que de verdad llegue. Ser, en definitiva, los ojos de la empresa sin importar lo lejos que se fabrique.
Al segundo, los ensayos de riesgos químicos.
Parafinas cloradas de cadena corta, hidrocarburos aromáticos policíclicos, compuestos organoestánnicos…Si de verdad no quiere perderse en un entramado de sustancias, ¡es imprescindible contar con ayuda experta!
Y ya llegando al tercer nivel nos encontramos con las auditorías sociales.
Existen varios modelos que seguro se ajustan a sus necesidades y sus inquietudes. Si su empresa se siente cómoda ya en el tercer peldaño, es el momento de moverse por el planeta. Las iniciativas como Sustainable Apparel Coalition con ZDHC, o Fashion pact son sólo una muestra.
La responsabilidad social corporativa es algo que tiene que incorporarse en el ADN de una empresa si quiere de verdad que ello forme parte de su modelo diferenciado. Si en su declaración fundacional no incluyó este aspecto porque eran otros tiempos, le animo a que busque el consejo de una mano experta. Es un camino que no tiene vuelta atrás.
Y su empresa, ¿en qué peldaño está?