En respuesta a una realidad digital omnipresente que reemplazó al mundo físico, los diseñadores se volvieron innovadores y más eficientes, y recurrieron a una mayor productividad para permanecer en sus negocios e incluso hacerlos crecer.

Los ciclos de producción se acortaron y las colecciones se seleccionaron minuciosamente para garantizar un desperdicio mínimo con un flujo de caja óptimo. Los principios de la moda circular, como la reutilización de telas locales con estampados exclusivos en ausencia de importaciones, se centraron en mejorar la calidad en lugar de la cantidad. Trabajar con menos artesanos, pero más capacitados y, por lo tanto, mejor pagados, se convirtió en la norma. Igualmente clave fue la necesidad de ampliar la capacidad de marketing digital, así como de identificar flujos de ingresos adicionales sinérgicos y rentables.

En conjunto, la Semana de la Moda de Sudáfrica y la comunidad de diseñadores se vieron obligados a profundizar su comprensión de las necesidades únicas de los diversos actores del ecosistema. Además, necesitaban cuestionar seriamente los pasos necesarios para impulsar el espíritu cada vez más importante de la sostenibilidad dentro de la cadena de valor.