La industria textil y de la confección ha resurgido después de la fuerte crisis iniciada con el presente siglo. La misma, además de real, ha sido también de imagen ya que la opinión pública consideró al sector como decadente y en vías de extinción, a lo que también contribuyó el éxito de las grandes empresas de distribución de moda que se pusieron como ejemplo de modernidad frente a un sector industrial caduco. Sin embargo, la industria no ha desaparecido sino que se encuentra en plena recuperación.
Esta realidad no nos ha de hacer olvidar que la crisis en el sector ha sido especialmente virulenta ya que se han perdido la mitad de las empresas y un 60 % del empleo desde 2000. Sin olvidar a los que se han quedado por el camino, es lógico pensar, como un reflejo darwiniano, que los que han sobrevivido son los más fuertes y que han sabido adaptarse mejor al entorno.
Una nueva industria
Comparando la actual industria textil con la que inició el siglo, además de datos numéricos, se aprecian cambios significativos en las estrategias empresariales signo de esta capacidad adaptativa de las empresas supervivientes. Los ejemplos más claros se dan en la innovación y en la internacionalización. La innovación siempre ha sido un factor competitivo muy importante en el sector aunque muy dirigido al producto, en especial el de moda, que es cambiante por naturaleza siguiendo los gustos del consumidor. Aquí la innovación se ha centrado en la capacidad de crear nuevos productos (colecciones) al ritmo del mercado con lo que hemos pasado de las dos colecciones tradicionales al año a seis e incluso a más de diez, con lo que los tiempos de respuesta han devenido críticos para las empresas. Otro ejemplo en el campo de la innovación es el desarrollo de nuevas aplicaciones en el campo de los textiles para usos técnicos o industriales por las que cada día más los productos textiles ganan presencia en campos como la automoción, la sanidad, el transporte o el vestuario profesional.
En el campo de la internacionalización, las empresas han sido conscientes, por intuición o por necesidad, que la globalización lo cambiaba todo y así puede decirse que el campo exterior es el que más esfuerzos ha recibido de las empresas, que han empezado a actuar con visión internacional abandonando el tradicional referente del mercado español. De esta manera, las exportaciones se han multiplicado por 3 (2000-2017) mientras que el número de empresas exportadoras lo ha hecho en la misma proporción. Otro campo ha sido el de las inversiones en el exterior para instalar bases productivas, logísticas o de distribución (tiendas) en otros mercados. Así la inversión acumulada en el periodo citado supera los 7.500 millones. Además de estas implantaciones, las relaciones fabriles o comerciales con empresas de otros países han crecido de manera exponencial, formando una verdadera red de conexiones entre empresas que consolida la internacionalización del sector.
Retos actuales
La crisis ha potenciado el papel de la moda como motor del consumo. El comprador busca constantemente nuevos productos de moda dentro de una oferta variada de cambios rápidos y a unos precios asequibles. La respuesta de la industria ha sido crear un modelo de gestión altamente eficiente que comprende toda la cadena de valor: el diseño, la producción, la logística y la distribución. Este modelo es el que han desarrollado algunas grandes cadenas de distribución que lideran el mercado de la moda.
El consumidor de moda, en especial el más joven, está cada día más informado, es más exigente y utiliza las herramientas digitales para informarse y comprar en línea (e-commerce). Este es un fenómeno imparable en todo el mundo.
La aparición y el fuerte crecimiento de la compra en línea también genera cambios en los modelos de distribución minorista, con una tendencia clara hacia la omnicanalidad, en la que las tiendas físicas y las virtuales forman parte de una misma red destinada a conocer, captar, satisfacer y fidelizar la clientela. Además, el peso de les plataformas comerciales digitales irá ganando protagonismo entre les preferencias de los consumidores, abriendo así una nueva vía de expansión para las empresas.
Los cambios en los requerimientos de los consumidores están provocando una aceleración de los tiempos de respuesta de toda la cadena textil-moda. Por tanto, el funcionamiento de todos sus operativos se va reestructurando para gestionar adecuadamente esta aceleración y asegurar un buen servicio en un entorno de fuerte presión sobre los márgenes económicos. Ello no solo afecta a los productos de moda sino que toda la oferta textil está comprometida en esta tarea, incluyendo los textiles para el hogar y los destinados a usos técnicos o industriales.
La capacidad de adaptación de las empresas del sector a esta nueva situación pasa necesariamente por una inversión importante de tipo tecnológico (TIC), intangible (diseño, marketing y marcas) y organizativo (sistemas), a ello hay que añadir el disponer de un personal con maestría en las nuevas tecnologías sin abandonar las capacidades tradicionales en el diseño y fabricación de los productos. Además de la inversión, y quizá tan importante, es conseguir estructuras empresariales más flexibles, siendo éste un factor competitivo inherente a toda la empresa.
Lograr todo esto sería una buena base pero, sin ideas estratégicas y una gestión adecuadas, la empresa puede convertirse en un barco sin rumbo o más bien con rumbo aciago. Muchas veces se valora más tener cosas que saber qué hacer con ellas. En la empresa es igual y las ideas son las que deben fijar el rumbo.
Los desafíos de la Industria 4.0
Hoy en día están apareciendo nuevas tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial, los macrodatos (big data), el internet de las cosas (IoT), la robótica o los vehículos autónomos, que sin duda van a cambiar la sociedad en los próximos años. Ante esta irrupción muchos reaccionan con escepticismo: “Esto no va conmigo” y es posible que para muchas empresas el impacto de dichas novedades todavía tardará en llegar, aunque este proceso puede acelerarse ya que las grandes empresas, industriales y de distribución, pueden aplicar más rápidamente estas tecnologías y presionar a sus suministradores para que se adapten a las mismas. Esperemos a ver la evolución de estos cambios en los próximos años, ya que su potencial permite otear importantes implicaciones económicas, laborales y también políticas.