Cuando el Editor de esta prestigiosa revista, me comentó la posibilidad de escribir un artículo de opinión sobre temas de formación en el sector textil, de entrada no sabía cómo enfocar el tema: textiles técnicos y las nuevas necesidades formativas, importancia de la formación como herramienta para superar la crisis, etc. Redactar este artículo ha supuesto para mí un proceso de reflexión que abarca toda mi trayectoria profesional y cuyos pensamientos me atrevo a plasmar en este documento.
Antes de empezar quiero aclararles que mi experiencia en la formación textil proviene de mi trabajo en el área de formación de una asociación empresarial textil y por tanto mis reflexiones se basan en el binomio “formación- empresa” que, en mi opinión, debe ser incuestionable ya que la formación debe estar al servicio de las necesidades de las empresas.
En nuestro país, las empresas textiles se encuentran agrupadas formando clusters que se ubican en Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Comunidad de Madrid y algo en Andalucía. Mientras el textil era fuente fundamental de ingresos, alrededor de las empresas fueron naciendo instituciones y organismos que les aportaron servicios de valor: universidades, institutos tecnológicos, IES, asociaciones empresariales , etc. Esta agrupación de empresas e instituciones generó un conocimiento residente en los clusters que supone una fuente inapreciable de riqueza que hemos de ser capaces de mantener e incrementar.
A pesar de lo expuesto anteriormente, nuestro sector se ha encontrado con muchos obstáculos que han limitado su competitividad, lo habitual es considerar que la culpa de todos nuestros males viene de fuera, eximiéndonos a las empresas e instituciones de cualquier responsabilidad, sin embargo yo me cuestiono, ¿es esto cierto?
No podemos negar que ciertos factores han mermado considerablemente la competitividad de las empresas textiles, como la apertura de los mercados en el 2005, pero era una realidad anunciada a la que no fuimos capaces de anticiparnos, seguíamos formando a ingenieros con altos grados de especialización en temas textiles y poca polivalencia, lo mismo podemos decir de los ciclos formativos textiles impartidos por los IES o de los programas de formación ocupacional y continua que gestionaban las asociaciones empresariales o sindicales.
El paso de los años y el necesario proceso de ajuste que han tenido que realizar las empresas del textil y la confección está consiguiendo que un sector considerado tradicional por su escasa base tecnológica y abundante mano de obra no cualificada, pase a convertirse en un cluster de valor, basado en el conocimiento y con mayor base tecnológica, aunque el precio que se ha tenido que pagar ha sido muy elevado ya que son muchas las empresas que han cerrado y demasiados los trabajadores que han quedado en el paro. Esto ha generado una imagen social del textil muy negativa y por tanto una fuga de talentos hacia otros sectores considerados de mayor futuro, lo que está descapitalizando a las empresas de recursos humanos válidos.
No solo hemos de ver la botella medio vacía, debemos ser conscientes de que convertirnos en un sector basado en el conocimiento supone múltiples oportunidades que hemos de aprovechar, y poder aprovecharlas pasa por aportar a los trabajadores una nueva cualificación más polivalente y completa que pueda atender a los nuevos perfiles profesionales cuyas competencias son muy diferentes a las tradicionales, y mostrar a la población que nos rodea, que el textil es algo más que un operario en una máquina, que estamos hablando de diseño y moda, que hablamos de logística y comercio, de tecnología e internacionalización y sobre todo de innovación.
Esta situación nos lleva a plantearnos programas formativos en los que la especialización textil es una de sus patas pero sin olvidar otras áreas de conocimiento tales como diseño, logística, calidad, estrategia, internacionalización, etc. ya que debemos conseguir profesionales polivalentes que aporten valor al desarrollo de sus tareas.
Para concluir quiero incidir en la importancia que tiene formar parte de un cluster, la gran cantidad de conocimiento y experiencia que reside en estos clusters y la responsabilidad compartida que tenemos todos los agentes y empresas de ser capaces de mantener e incrementar este conocimiento, ya que se trata de un intangible que si llega a desaparecer difícilmente podremos recuperar.